Ojala escribiera mas a menudo (No suele escribir a menudo), sus escritos son MUY CERTEROS Y CLAROS.
Hubo un tiempo en que Alemania se sentía responsable de la división política que existía en Europa. El símbolo por antonomasia de la división del mundo lo gestó y lo soportaba ella en su mismo corazón: el muro de Berlín pasaba justo ante la puerta trasera del Bundestag. Una vez derribado el muro, la unidad política alemana sólo podía afianzarse avanzando hacia la unidad europea.
Su sincero sentimiento de culpa por las barbaridades cometidas llevó a los políticos alemanes a sentirse responsables del futuro de Europa. Ese sentimiento de culpa les obligó a renunciar a uno de sus mitos modernos más apreciados: el Marco alemán.
Fue una condición de Mitterrand para no poner zancadillas a la unidad alemana. Una moneda no es sólo un instrumento con el cual se negocia, se compra y se vende. Es un símbolo más poderoso que una bandera. Alemania renunció a la bandera que mejor la representaba.
En aquel tiempo, al entonces canciller Helmut Kohl, ya le advirtieron que el Euro nacía como una utopía, el nuevo símbolo de la unidad europea, pero con los pies de barro de cualquier utopía.
Los alemanes llevan en los genes la crisis económica de los años 20. Para solucionar los problemas económicos tras la derrota de la Primera Guerra Mundial, ahogados por las reparaciones de guerra impuestas por los aliados, los gobernantes de la recién estrenada República de Weimar recurrieron al viejo truco empleado desde los tiempos de Nerón: imprimir moneda.
En pocos meses, de un cambio cercano a 1 dólar por 1 marco, se pasó al increíble cambio de 1 dólar por 4 billones de marcos. Una barra de pan llegó a costar 1 billón de marcos. Se llegaron a calentar estufas con montones de billetes porque no había carbón.
Las consecuencias, las conocemos todos. El ascenso de los Nazis, la Segunda Guerra Mundial, etc… ¿Hay que recordar que todavía no ha pasado un siglo de aquella época? ¿Que todavía vive gente que vio la barra de pan al precio de un billón de marcos?
El Bundesbank se refundó prácticamente sobre un único presupuesto: el Bundesbank no hace política. Sólo hace política monetaria con un único objetivo: que no vuelva a repetirse una crisis de inflación como la de los años 20.
Y una de las condiciones de Kohl para aceptar el Euro era que el Banco Central Europeo, además de tener su sede en Alemania, se creara a imagen y semejanza del Bundesbank. Y así se hizo. Y el Banco Central Europeo ha hecho su trabajo, contener la inflación, incluso mejor que el Bundesbank.
Hasta que la crisis de hace 3 años hizo saltar todo por los aires poniendo al descubierto que, si bien había una moneda, no había un Gobierno, si bien el Banco Central cumplía su papel, los Gobiernos no hacían lo que correspondía al no tener bajo su control las riendas de un Banco Central propio. Devaluar moneda, imprimir billetes para pagar deudas ya no era posible.
Y sin embargo, llegados a un determinado punto, muchos expertos coinciden que es casi la única opción. Es la única opción que los alemanes no aceptarán jamás porque ya no tienen sentimiento de culpa, sino sentimiento de haber pagado ya con creces.
Bromeaba yo hace unos días con un colega diciendo que para ser el Presidente del Bundesbank no hace falta saber mucha economía: basta ser muy tacaño y cuando el Gobierno te pide dinero para pagar tensiones, decir "No"; cuando te pide dinero para pagar a los parados, decir "No"; y cuando te piden bajar los tipos de interés para ayudar a las empresas, subirlos para dejar claro que eres independiente y tienes un puño de hierro. Pero hace 10 años ya no había Bundesbank y no sabemos lo que habría hecho.
A principios de la pasada década, Alemania tenía 5 millones de parados y se mostraba incapaz de digerir la ruina de la Alemania del Este. Había un Pacto de Estabilidad que era un bosquejo de lo que podríamos llamar gobernanza económica en la zona Euro. Poca cosa, porque apenas si fijaba que los estados no podían pasar de un 3% de déficit, la regla de oro del Bundesbank.
Alemania y Francia se cargaron ese pacto al alimón. Hicieron callar a los que pedían sanciones por saltarse el pacto y forzaron al Banco Central Europeo a bajar los tipos de interés para ayudar a la recuperación alemana.
De repente, los españoles, por poner un ejemplo, nos encontramos con tipos de interés que nunca habíamos soñado. Para quien había pagado intereses de un 18% por un crédito aquellos tipos de interés que bajaban paulatinamente hasta un 2%, eran como una compensación por la picaresca de la subida de precios que sufrimos cuando se implantó el Euro.
De repente, vivir del crédito era más rentable que ahorrar. Y pensamos que eso no tendría fin. Liderados por políticos poseídos por la euforia de inauguraciones y megalomanías, todos pensamos que éramos más ricos de lo que en realidad éramos. Los alemanes abrieron el grifo que hinchó nuestras burbujas, la inmobiliaria y la burbuja mental. Los españoles nos emborrachamos de fiestas y los alemanes sirvieron las copas.
Mientras, ellos, gobernados, por cierto, por los socialdemócratas y verdes, emprendieron una reforma brutal de su sistema de bienestar social. Alargaron la edad de jubilación, bajaron pensiones y congelaron sueldos, dejaron en cero la indemnización por despido de las empresas con menos de 10 trabajadores, pusieron en marcha mecanismos rápidos para que las empresas no despidan trabajadores en tiempo de crisis sino que repartan el trabajo y los salarios, permitieron sueldos de subsistencia para los trabajos menos cualificados con el argumento de mejor un trabajo que estar en el paro, bajaron las prestaciones sociales hasta los límites de la supervivencia...
Los resultados se vieron lentamente al principio, pero se revelaron con toda su extensión cuando más falta hacía: en plena crisis.
Cuando desde Alemania se ponían a cubierto de la crisis con medias como el trabajo reducido y a tiempo parcial, apoyos a la inversión en colegios y universidades y a las nuevas tecnologías, en España asistíamos a la antología del disparate que va a marcar -y manchar- el legado de Rodríguez Zapatero: negar la crisis, un absurdo cheque bebé para todos prescindiendo de los ingresos, otro regalo de 400 Euros para todo el mundo, fueran cuales fueran sus ingresos, 13 mil millones tirados por las alcantarillas poniendo farolas amarillas y plaquetas blancas y rojas en las aceras delante de los corrales de los pueblos como si fueran la calle Ordoño II de León.
Zapatero lleva dos años purgando aquellos despropósitos. Aquí se dice que afortunadamente dio marcha atrás a tiempo. Se derrochó mucho dinero y mucha credibilidad pero no se llegó a caer al precipicio.
Así las cosas, cuando hemos llegado al momento en que el problema ya no es Grecia, Irlanda o Portugal, sino Italia o España, la "solución Weimar", imprimir billetes, parece ya a muchos indispensable, lo mismo que los Eurobonos. Sólo que aquí está otra vez Alemania.
Hoy por hoy no hay forma de convencer a los alemanes que ya no estamos en los años 20, ni siquiera en los 90, que el mundo ha cambiado mucho y que Europa está ante el precipicio.
Y es que así ven el mundo los alemanes: prefieren rellenar el precipicio con hormigón en lugar de improvisar un puente de tablas, caiga quien caiga.
El mundo según Alemania
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Publicado por VRedondoF para RyS el 10/30/2011 07:38:00 AM