Las conclusiones a las que llega son las de APLICAR EL SENTIDO COMUN , es mas no deberia ni siquiera poner sus conclusiones , deberia de escribir aquello de ...
"Y a partir de estos datos haganse su composicion de lugar ..."
Uno de los lugares comunes en el discurso de los gobernantes -ahora le toca el turno a Zapatero- tiene que ver con el diseño de políticas económicas de carácter redistributivo. Es decir, con la puesta en marcha de estrategias de acción políticas destinadas a acercar la cohesión social mediante la luchacontra desigualdad.
Unos y otros lo repiten hasta la saciedad, y al final, de tanto manosear este argumento electoralmente eficaz, parece que efectivamente ha triunfado el discurso igualitario.
Los pobres son cada vez menos pobres y los ricos, menos ricos. No hay Gobierno que no cacaree de su decidido compromiso con el gasto social.
Sin embargo, la verdad -como decía Gramsci- siempre es revolucionaria, porque lo cierto es que, desde hace algo menos de una década, algo está cambiando en la distribución de la renta. Pero no, por desgracia, en la buena dirección. Todo lo contrario. Lejos de reducirse, las desigualdades vuelven a crecer con fuerza. Y nada indica que se vayan a recuperar anteriores registros a corto o medio plazo.
Se trata, como alguien ha dicho, de un 'cambio silencioso' que ha acabado por truncar el proceso de convergencia ocurrido en los años 80 y primeros 90. Pero, en contra de lo que se suele creer, la crisis económica no es la única culpable.
El aumento de la desigualdad es fruto de las políticas económicas aplicadas en España desde comienzos de este siglo y hasta el año 2008, último año con cifras representativas. En concreto, desde el año 2001, que marca un hito en términos de cohesión social.
No se trata de un discurso ideológico o meramente teórico, los datos están ahí, pero desgraciadamente no parecen llamar mucho la atención. Al comenzar la década, el 20% más rico tenía una renta equivalente a cinco veces la que poseía el 20% más pobre, pero ahora esa relación ha aumentado hasta 5,5 veces en apenas siete años. O dicho en otros términos, el 20% más pobre posee ahora el 7,2% de la renta, cuando al despuntar el siglo controlaba el 8,2%.
El aumento de la desigualdad es un 'cambio silencioso' que ha acabado por truncar el proceso de convergencia ocurrido en los años 80 y primeros 90. Pero la crisis económica no es la única culpable
El profesor Luis Ayala, uno de los sabios de ese país en la materia,ha dejado escrito que el ensanchamiento de la desigualdad tiene que ver con el crecimiento del empleo de bajos salarios y con las altas tasas de paro que existen entre los sustentadores principales del hogar (ver gráfico).
O incluso con el hecho de que el porcentaje de familias sin ningún tipo de ingresos haya crecido de forma dramática. O con que el número de hogares con todos sus activos en paro se haya disparado. En concreto, y según la EPA del tercer trimestre, 1,3 millones de hogares tienen a todos sus activos sin trabajo. Mientras que 630.600 hogares no tienen ningún ingreso formal, lo que les obliga a vivir de la caridad o dentro de la economía sumergida. No está clara la influencia de la inflación -lo que algunos llaman el impuesto de los pobres- sobre la desigualdad.
Otro de los factores que ha influido en el aumento de las desigualdades tiene que ver con políticas fiscales que han achatado los tipos impositivos, de modo que la menor recaudación (la presión fiscal individual ha bajado en todos los países de la UE y también en España) reduce la capacidad del Estado para diseñar políticas económicas de carácter redistributivo.
Educación y cohesión social
Al menos, el factor educativo ha contribuido a estrechar las desigualdades sociales, pero sólo de manera parcial. Es cierto que el acceso a los estudios superiores de forma masiva se ha convertido en un factor de redistribución de la renta, pero, dicho esto, la evidencia empírica indica que cuando el ciclo académico acaba el acceso al mercado de trabajo está profundamente desequilibrado por ausencia de igualdad de oportunidades.
Dicho en otros términos, los 'ricos' tienen más probabilidades que los 'pobres' de encontrar un puesto de trabajo. La desigualdad, por lo tanto, no es sólo un factor económico, también social. Y no es sólo un problema que afecta a ricos y pobres: también a las clases medias perjudicadas por un modelo que no favorece la justicia y la movilidad social.
Como diría el clásico, "todos somos iguales, pero unos más que otros". También a la hora de encontrar empleo. Y ni siquiera el Estado cumple ya en ocasiones ese papel equilibrador de antaño. El acceso a la función pública –por el agotamiento de los sistemas de concurso u oposición- se ha convertido en mero amiguismo o simple corporativismo, como demuestra que al mismo tiempo que se congela la oferta pública de empleo, continúa creciendo el número de empleados públicos con promociones internas que impiden la libre concurrencia.
A la cosa pública, por decirlo de una manera directa, no llegan los mejores, y eso pasa factura en términos de país. No es casualidad que los países con mayor bienestar en términos de renta -los nórdicos- sean al mismo tiempo los que más han avanzado en cohesión social y en igualdad de oportunidades
En contra de lo que algunos creen, el igualitarismo no es sinónimo de ineficiencia económica. Es verdad, sin embargo, que determinados discursos populistas y pseudo progresistas sólo conducen a igualar por abajo -todos igual de pobres- y no por arriba: todos más ricos. O conducen a lo que Stuart Mill llamaba con acierto mediocridad colectiva. Esa visión es, sin duda, una idea trasnochada que parte de una imagen maniquea de la historia y que habría que erradicar.
La libertad económica no es incompatible -todo lo contrario- con el hecho de que el Estado procure la igualdad de oportunidades. Esa es la labor fundamental de los poderes públicos. Y no las meras funciones de un sereno o de un guardia de trafico.
La tendencia a la baja del gasto social, el crecimiento más lento de las prestaciones estructurales (no sólo las coyunturales vinculadas al ciclo económico) o el distanciamiento entre rentas altas y bajas, explica, igualmente, un fenómeno que la crisis sólo ha intensificado, pero que los especialistas venían observando desde hace años.
Ayala pone un ejemplo que desmonta el discurso de los gobernantes. La cuantía de las pensiones medias respecto del producto interior bruto per cápita no ha dejado de caer desde hace al menos una década. Incluso las pensiones mínimas en relación al PIB per cápita son hoy inferiores a las que había en los primeros años 80.
Como sostenía Rawls, la desigualdad sólo es permisible si hay razones para pensar que su práctica obrará en provecho de todos, incluidos los perjudicados. Pero sólo en esas condiciones, que entrocan directamente con los utilitaristas ingleses.
No parece que estas cuestiones preocupen mucho. El debate nacional se centra en asuntos menores que sólo sirven para entretener a los políticos y a los medios de comunicación en discusiones absurdas, que al final se traducen en un país un poco más pobre. Y no sólo en el terreno económico. Lo cual, dicho sea de paso, es una evidencia.
MIENTRAS TANTO, Carlos Sánchez
Historia de una mentira
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Publicado por VRedondoF para PyM el 10/31/2010 12:29:00 PM