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El peligro de quien escribe :

COMO SE LEE ....

DONDE SE LEE ....

PARA QUIEN SE ESCRIBE ....

COMO LA ESCRIBE, quien la escribe ...
COMO LA LEE, quien la escribe ...

COMO LA INTERPRETA, quien la escribe ...
COMO LA INTERPRETA, quien la lee...

EN QUE PIENSA, quien la escribe ...
EN QUE PIENSA, quien la lee ...

QUE QUIERE DECIR, quien la escribe ...
QUE QUIERE ENTENDER, quien la lee ...

QUE ACTITUD TIENE, quien la escribe ...
QUE ACTITUD TIENE, quien la lee ...

QUE APTITUD TIENE, quien la escribe ...
QUE APTITUD TIENE, quien la lee ...


(VRedondof)


"EL SISTEMA" esta programado para que (en automatico) en este BLOG se publiquen SOLO los articulos que llevan una anotacion de VRedondof , por lo que se ve, he hecho mal la programacion y publica tambien, articulos que no lo llevan .... Hacer los cambios me llevaria mucho tiempo ... y borrarlos tambien ... por ello lo dejo asi .... ¡¡¡ DISCULPAR LA CHAPUZA !!! ... pero asi va a quedar , hasta que tenga tiempo para arreglarlo ( .... y sobre todo ganas ...)

[FED] El ladrillo está triste


NOTA de VRedondoF : 
Me gustan los artículos de Carlos Sanchez porque siempre APORTA datos y es muy PRECISO en sus afirmaciones.


Su problema , es que tiene que elaborar CONTENIDO para su periódico y ha habido veces que ... eso , ha publicado artículos porque tiene que publicar.


En función de ello y al leer el TITULAR de este , lo que pensé fue ..."LA MISMA PERO MAS CARGADA DE BOMBO" ( que decían los que "tocaban" en las verbenas  de los 50.... )


En este articulo de hoy es de ese tipo , no obstante , ha aportado nuevos enfoques y nuevos datos.


Dada la amplitud del articulo , hay cosas con las que no estoy de acuerdo , pero con la mayoría "si comulgo".


No obstante tengo que manifestar que en el gasto en infraestructuras del siglo XIX lo único que se le debe achacar ,  GENERALIZANDO , que FUE MAL REPARTIDO  ( y si no que se lo digan a Galicia ... Asturias , Cantabria etc etc ).


Y en el presupuesto de Fomento , opino que efectivamente habría que hacer algunos ajustes ... pero no estoy en desacuerdo con el importe que se gaste ... el problema esta en que MUCHO DINERO DEL PRESUPUESTO ANUAL DEL ESTADO ESPAÑOL su destino es para mantener funcionarios , burocracia y ... "usease" en lo que NO ES PRODUCTIVO y nunca revertirá en el contribuyente.


He puesto  subrayado y en rojo lo que me parece MAS INTERESANTE .

MIENTRAS TANTO,  Carlos Sánchez








Uno de los debates intelectuales más ricos que ha dado la historiografía económica española tiene que ver con el papel del Estado durante la segunda mitad del siglo XIX. En particular en lo relacionado con las inversiones en ferrocarril. Autores como el profesor Tortella, han responsabilizado a los poderes públicos de encauzar los magros recursos económicos del país -que se presumen escasos- hacia el ferrocarril, en lugar de haber diversificado la inversión pública.
La consecuencia de esa política de monocultivo inversor -con un elevadísimo coste de oportunidad- fue que sectores como la industria estuvieron desasistidos de la acción del Estado, lo que alimentó el secular atraso español en el sector manufacturero. Ya es un tópico recordar que España se desenganchó de la revolución industrial. Pero aunque cueste ahora creerlo, hace más de un siglo España llegó a tener una amplia y sobredimensionada red de ferrocarriles (vía ancha y estrecha). Lo malo es que había poco que transportar (sobre todo mercancías) ante la ausencia de un verdadero aparato productivo. Tanto por falta de espíritu emprendedor (por la existencia de leyes proteccionistas y por el papel de los sectores más reaccionarios en contra de la liberalización económica) como por la escasa apuesta del Estado por la industrialización del país.
La decisión de elegir el desarrollo del ferrocarril frente a la industria (con un altísimo consumo de financiación exterior) no fue consecuencia del rigor presupuestario o de un fino análisis económico. Más bien del juego de las presiones políticas y de la capacidad de hacer lobby ante la Corona. Eso explica, por ejemplo, que el segundo tramo que se puso en marcha -en el año 1851- fuera la línea Madrid-Aranjuez, donde tenía residencia de descansoIsabel II.
Revender concesiones
Como se sabe, el proyecto estaba ligado a la figura del marqués de Salamanca, socio y verdadero brazo financiero de la reina, que pretendía trazar una línea con destino final en Alicante. Para ello obtuvo la correspondiente concesión administrativa que posteriormente vendió a la casaRothschild. No fue el único. El economista Gómez Mendoza* ha acreditado casos en los que un sujeto obtenía una concesión para la construcción y explotación de una línea férrea e inmediatamente la traspasaba a una sociedad por acciones, desvinculándose totalmente del proyecto.
La decisión de elegir el desarrollo del ferrocarril frente a la industria no fue consecuencia del rigor presupuestario o de un fino análisis económico. Más bien del juego de las presiones políticas y de la capacidad de hacer lobby
Las concesiones administrativas y la inversión en ferrocarriles (con financiación principalmente francesa ante la falta de capitales nacionales) dibujan la España económica de la segunda mitad del siglo XIX. Un periodo para olvidar. Se trata, sin embargo, de un proceso que recuerda a lo sucedido en las últimas dos décadas, donde un puñado de grandes empresas gestionadas por los señores del ladrillo (y de la energía) se ha quedado con actividades que antes gestionaba el Estado: servicios de telecomunicaciones (antigua Red de RTVE o Hispasat), autopistas, recogida de residuos, limpieza de edificios públicos u hospitales. El Estado ha dado un paso atrás en la actividad económica y ese espacio lo han ocupado las nuevas concesionarias, en la mayoría de los casos con riesgo empresarial cercano a cero.
La única diferencia estriba en que si hace siglo y medio se invertía en ferrocarril, en los últimos años lo que se ha producido es un gigantesco proceso inversor en otro tipo de infraestructuras: carreteras, aeropuertos o transporte subterráneo o de superficie. Un proceso sin duda esencial para modernizar el territorio y sin el cual este país nunca hubiera logrado los actuales niveles de bienestar.
Pero como ocurrió en aquel tiempo del marqués de Salamanca, da la sensación de que a España se le ha ido nuevamente la mano. Y eso explica,con buen criterio, que el Ministerio de Fomento no se canse de repetir en los últimos meses (más vale tarde que nunca) que hay que replantearse la política de inversión pública. Hay que decir que este cambio de guión no tiene nada que ver con razones de fondo, sino más bien porque el ministro Blanco ha hecho de la necesidad virtud y ante las restricciones presupuestarias no ha tenido más remedio que congelar o eliminar compromisos de gasto. Por cierto, como se comprometió Campa ante los inversores internacionales.
Estamos ante una cuestión de calado que merecería una reflexión más intensa por parte de la opinión pública y publicada, pero una vez más este país se perderá en cuestiones anecdóticas y no abordará el fondo del problema. Y que no es otro, como sucedió en la segunda mitad del siglo XIX, queidentificar los sectores hacia los que se debe dirigir la acción del Estado. No con el objetivo de ahogar la iniciativa privada, sino para apuntalarla. Lo que pasa necesariamente por cambiar la política de prioridades económicas. Invirtiendo en sectores que necesiten menos consumo de capital, al contrario de lo que sucede con el sector de la construcción.
El dato es conocido, pero merece la pena recordarlo. De los 985.097 millones de euros que ha prestado el sistema financiero para actividades productivas, nada menos que el 48% se lo ha tragado el ladrillo (construcción e inmobiliarias), frente al 15% que ha consumido la industria. La hostelería, por ejemplo, un sector vital para la economía del país y gran creador de empleo, sólo consume menos del 4% del capital prestado por los bancos. 


Mientras que el comercio y las reparaciones apenas llegan al 8%. Ante estos datos, parece obvio pensar que en un contexto de racionamiento del crédito -que va a durar años- lo más razonable es encontrar nueva vías de financiación para el sector de la construcción que no pasen necesariamente por los Presupuestos Generales del Estado. Frenar la modernización de las infraestructuras del país sería tan insensato como realizar una fuga hacia adelante. Y por eso lo prioritario es explorar nuevas fuentes de financiación.
Es cierto que la construcción crea mucho empleo, pero con un alto coste de oportunidad que este país no se puede permitir. Lo que se invierta en obra pública inútil se deja de gastar en otros sectores con más futuro
El intenso esfuerzo inversor realizado en los últimos años (sin duda necesario para articular el país), ha dado como resultado un enorme déficit de la balanza de pagos. Precisamente por falta de ahorro interno. Un gigantesco desequilibrio que ahora los señores del ladrillo obvian, como si ese modelo de crecimiento basado única y exclusivamente en la construcción no tuviera nada que ver con la actual crisis económica. A la cabeza de ellos David Taguas, presidente de Seopan, como se sabe nombrado para el puesto por sus relaciones con el poder político. Por si alguien no lo recuerda, era el anterior director de la Oficina económica del presidente, y ahora es quien azuza al Gobierno para que invierta en carreteras, aunque no le inviten a las reuniones que organizan sus jefes con el presidente Zapatero.
Uso y abuso del ladrillo
Taguas sabe como pocos -es un reputado economista- que el país se ha tenido que endeudar sobremanera para pagar obras faraónicas y perfectamente inútiles. Por ejemplo, para construir 47 aeropuertos. Casi uno por provincia. O para financiar trenes de alta velocidad que apenas recorren 70 kilómetros. O para financiar desdoblamientos de autovías por las que no pasa ni el toro de Osborne. Y conoce mejor que nadie una tabla publicadapor Seopan hace pocos meses y que viene a decir que España fue en 2009 -año de fuerte recesión- el país que más invirtió en construcción respecto del PIB. En concreto, un 14,4%. Toma ya nuevo modelo productivo. El doble que en Suecia y un 25% más que en la media de la UE. Y en cualquier caso, muy por encima del 10,2% de Alemania o del 8,7% de Reino Unido.
No se trata, desde luego, de un fenómeno nuevo de un año excepcional. Los datos de la patronal de la construcción indican que entre 2000 y 2009 la inversión en construcción acumulada en términos reales creció nada menos que un 25%, sólo por detrás de Lituania, Polonia, Suecia y la República Checa


Pero no sólo eso, como ponen de relieve los propios documentos de Seopan, la contribución de la inversión en construcción al crecimiento del PIB ha sido prácticamente del 80% en los últimos quince años, lo que da idea de su impacto en la actividad económica. Es cierto que la construcción crea mucho empleo, pero con un alto coste de oportunidad (como sucedió en la España del XIX) que este país no se puede permitir. Lo que se invierta en obra pública inútil se deja de gastar en otros sectores con más futuro.
Se dirá que el enorme peso de la construcción tiene que ver con el boominmobiliario. Es cierto, pero sólo en parte. Las cifras del Banco de Españareflejan que el peso de la construcción no residencial se situó el año pasado respecto del PIB en el 9,9%. 


¿Mucho o poco? Pues bastante si tenemos en cuenta que supone el 158% de la media de la unión monetaria. Un porcentaje verdaderamente extraordinario si se tiene en cuenta que representa un 50% más que en 1985.
Ante estos datos, hay dos formas de actuar. O suicidarse como país enterrando centenares de millones de euros en obras superfluas o reestructurar el gasto público para hacerlo más eficiente. Es evidente que a los señores del ladrillo les gusta la primera opción. 


El Gobierno está en ello. Pero como Blanco es gallego no se sabe todavía si sube o si baja. Dependerá de las encuestas.

*Antonio Gómez Mendoza, Ferrocarril, industria y mercado en la modernización de España. Espasa Calpe 1989.


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Publicado por VRedondoF para FED el 8/22/2010 12:59:00 PM
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[CdS] Entrevista a Woody Allen (en XL Semanal)


NOTA DE VRedondoF: Me encanta Woody por sus frases , es increible la cantidad de ellas que "fabrica" y ademas que son muy ...muy buenas .
De sus peliculas hay algunas que son intragables , eso si , casi todas son entretenidas.





WOODY ALLEN
DEL ESCÁNDALO A LA CALMA
Hace 18 años, la relación de Allen con la hija adoptiva de Mia Farrow, Soon-Yi, incendió los diarios de medio mundo. Ahora, la pareja, que se casó en Venecia en 1997 y tiene dos hijas, apenas despierta interés en la prensa rosa. Algo que ellos agradecen.


«La única forma de ser feliz es negar la realidad»
VEROMIQUE VIAL

Asegura que su filosofía de vida es trágica y gris, pero es uno de los directores de cine que más sonrisas arranca a su público. Y lo hace muy a menudo porque rueda sin descanso: está a punto de estrenar una película y ya está inmerso en la siguiente. «Trabajo tanto para no pensar en los problemas reales», dice. Sin embargo, no deja de hablar de ellos: la muerte, la vejez, el desamor... El cómico universal se confiesa en XLSemanal. 

Un encuentro con Woody Allen es una constante sorpresa; un puro gozo. Abierto a cualquier tipo de pregunta y con respuestas siempre brillantes, pero sin darse, eso sí, la más mínima importancia, el cineasta neoyorquino resulta, simplemente, genial.

Exquisito y atento en las distancias cortas, a sus 74 años, Allen, uno de los directores vivos más prolíficos, con más de 40 películas en su haber, ha rodado una nueva reflexión sobre la muerte, la vejez, el amor, el engaño y demás obsesiones personales. Como ocurre desde hace años, Conocerás al hombre de tus sueños –que se estrena en Avilés el 24 de agosto, con la presencia del propio Allen– reúne a una nueva pléyade de actores ilustres que nunca antes habían trabajado con el autor de Annie Hall o Manhattan. A saber: Anthony Hopkins, Naomi Watts, Josh Brolin y Antonio Banderas.

Rodada en Londres hace un año, tras el torneo de tenis deWimbledon, del cual Allen es un asiduo, ésta es su película número 42 como director, a un ritmo de casi una por año. Nominado al Oscar en catorce 0casiones y ganador de cuatro –tres por Annie Hall y uno porHannah y sus hermanas–, Allen asegura que trabaja «por diversión y desesperación» y con los pies en la tierra. «Cada nuevo trabajo es algo nuevo, así que nunca aprendo nada que me ayude en el siguiente –explica–. Curiosamente, siempre empiezo pensando que va a ser lo mejor que he filmado en mi vida y acabo diciéndome que haría cualquier cosa con tal de evitar la vergüenza de que sea proyectada. De todos modos, lo fascinante de cualquier forma de arte, ya sea el resultado bueno, mediocre o terrible, es que nunca será perfecta. Al acabar, estás empujado a intentarlo de nuevo.»
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XLSemanal. Alfie, el personaje de Anthony Hopkins en esta película, pierde el norte porque no quiere admitir que ya no es joven. ¿Es un tema contra el que también lucha usted?


Woody Allen.
 Es duro envejecer. Nadie quiere admitir que ya no es joven, pero el peligro es llegar a perder la cabeza por ello, el equilibrio mental. El ego masculino puede cegar y, literalmente, llegar al extremo de lo que le sucede a Alfie. Él cree que por cambiar de mujer, comprarse un coche deportivo y practicar deporte va a evitar lo inevitable. Lamentablemente, no es así. Pero hay que admitirlo: envejecer es terrible. No encuentro ninguna ventaja. No te vuelves más listo, ni más sabio ni más amable. No sucede nada bueno. La espalda te duele más, tienes más indigestiones, pierdes vista y oído... Yo tengo 74 años y aconsejo encarecidamente a todo el que pueda que no envejezca.


XL. Sus padres pasaron ambos de los cien años...


W.A.
 Sí, llevo en mis genes esa longevidad. Pero eso no es más que un accidente de buena suerte. Hace unos meses leí un artículo en The New York Times que afirmaba que la longevidad en los padres no implica que la vayan a heredar los hijos. Y yo sigo estando fuertemente en contra de la muerte.


XL. Cada uno busca consuelo donde puede. En su película, Helena, uno de sus personajes, lo encuentra en una adivina.


W.A.
 Cada cual necesita sus pequeñas ficciones o soluciones mágicas para afrontar las durezas de la vida, alguien que te diga que, si haces 'lo correcto', todo estará bien. Puede ser una adivina, un rabino o un cura. Desde niño fui consciente de que la gente quiere soluciones mágicas. La ilusión es mejor que la medicación. La única forma de escapar a la condición humana es la magia.


XL. Dice usted que la felicidad sólo es posible viviendo en una nube...


W.A.
 Así es; solamente puedes alcanzar la felicidad si te aíslas en tus cuentos de hadas y falseas la realidad. La única forma de vivir feliz es negando la realidad y comprando ilusiones que den sentido al universo. Existe toda clase de fantasías para negar la aflicción de la condición humana.


XL. Al final de su filme, todo queda en suspense, como en la vida. No hay respuestas. ¿Cómo se enfrenta usted al misterio?


W.A.
 Yo me enfrento al misterio de la vida de forma extraña. Lo paso muy mal, y lo digo en serio. Sufro mucho, tengo mucha ansiedad y miedo y estoy realmente confuso. Y combato todo esto lo mejor que puedo; por eso trabajo mucho. Me ayuda y me distrae de los problemas reales. Cuando trabajo, mis problemas se centran en los actores, el guión, el vestuario... problemas, más bien, fútiles que, si no funcionan, tampoco sucede nada catastrófico. Cuando estoy en mi casa, pienso: «¡Dios mío, la vida es corta, terrible y triste y yo soy viejo».


XL. Visto así, es comprensible que sea un adicto al trabajo. 


W.A.
 El cine es una distracción maravillosa. Hacer películas es mi mejor terapia y las hago por puro placer y diversión. También por desesperación, para no pensar cosas mórbidas.


XL. Dice que necesita una vida muy sistemática y rutinaria, pero, a la vez, es usted muy creativo en muchos campos: cine, música, escritura...


W.A.
 La creatividad me ayuda a atravesar la vida. Confieso que siempre fui muy bueno en todo lo que requiere concentración y práctica. De niño estudiaba magia y era capaz de hacer muchos trucos; pasaba horas y horas practicando con cartas, monedas y pañuelos; me fortalecía y mantenía mi mente centrada. Cuando crecí, pasaba horas escribiendo y practicando con mis instrumentos de música. Cualquier cosa que me mantenga ocupado es buena, como les sucede a los pacientes de los manicomios. 





XL. ¿Hay algo del neurótico de sus películas en usted?

W.A.
 He representado el papel de neurótico tan bien y tantos años que la gente está convencida de que lo soy. Lejos de eso, mi vida y mi mente son muy estructuradas y disciplinadas. Predecibles. Todo lo que hago, desde escribir hasta tocar jazz, requiere disciplina. Es más, me parezco al hombre tipo de clase media al que le gusta tomar una buena cerveza mientras ve la televisión.



XL. ¿Le viene esa disciplina de su madre?

W.A.
 La gran lección que aprendí de niño, y que me ha ayudado toda mi vida, es que, para conseguir algo, necesitas disciplina. No puedes poner excusas. Cada día practico 45 minutos de clarinete porque quiero tocar música. Si quiero escribir, me levanto por la mañana, cierro la puerta y escribo. Cuando era niño, lograba muchas cosas no porque tuviera más talento, sino porque, simplemente, me aplicaba. Es cierto que mi madre era muy estricta y me repetía: «Si no te pones, nunca serás capaz de hacer nada». Así de simple. Yo se lo repito a mis hijas.



XL. ¿Cree usted que el artista cumple una función social?

W.A.
 El desafío del artista es encontrar y ofrecer una razón por la que levantarse cada mañana y continuar viviendo, a pesar de que todo carezca de sentido. El artista debe proporcionar una ilusión, un paraíso o un infierno, algo que valga la pena en medio de todo lo terrible.



XL. Es muy paradójica esta visión desoladora que tiene porque goza de un sentido del humor maravilloso y hace reír a muchísima gente.

W.A.
 Es cierto que puede resultar contradictorio. Admito que poseo un talento: ser cómico. Pero mi personalidad no lo es. Mi filosofía de la vida es trágica y gris.

XL. Algo de optimismo debe de haber en su vida, ¿no?

W.A.
 Lo único optimista en la vida es que hay momentos de placer. Son breves y esporádicos, pero son agradables. Para mí es placentero estar con mi mujer, jugar con las niñas..., pero no son más que pequeños instantes de huida.

XL. ¿Lo ha ayudado la estabilidad familiar en su vida creativa?

W.A.
 No, es simplemente una dimensión maravillosa que añade algo muy placentero a mi vida. Puedo escribir y ser creativo esté feliz o triste, casado o soltero. 

XL. Dígame algo más que le resulte bonito...

W.A.
 Soy un fan de la lluvia; por eso aparece mucho en mis películas. ¡Fue terrible rodar en Londres y que hiciera sol!

XL. Su nuevo filme comienza y acaba con una frase de Macbeth: «La vida es un cuento de ruido y furia que no significa nada»...

W.A.
 Vamos por la vida de forma frenética y caótica, corriendo y chocándonos los unos contra los otros con nuestras aspiraciones y ambiciones, haciéndonos daño y cometiendo errores. En cien años ya no quedará nadie que nos haya conocido y todos los problemas, las crisis económicas, los adulterios y demás, no tendrán importancia. Eso: todo es furia y ruido y, al final, no significa nada.

XL. Dice usted que la música es la parte más placentera de las películas. Esta vez ha elegido a Boccherini, a quien interpreta la protagonista, estudiante de música. ¿Por alguna razón en especial?

W.A.
 Luigi Boccherini no es tan conocido como Bach en Estados Unidos. Sirve para que dos personajes se conozcan. «¿Ah, conoces a Boccherini? Estoy impresionada», y se produce la conexión. 

XL. ¿Es usted de los que cantan en la ducha?

W.A.
 ¡Oh, sí! Poseo un repertorio infinito para la hora del baño, pero, sobre todo, canto jazz; últimamente estoy con Easy to love, de Cole Porter. Yo crecí en la época de la radio y con una música popular de una calidad excelente. Tuve mucha suerte.

XL. Sus películas siempre son más reconocidas en Europa que en Estados Unidos. ¿Cuál es su parte americana y cuál la europea? 

W.A.
 Soy norteamericano, pienso como un norteamericano y me encanta vivir en Nueva York. Necesito la tensión nerviosa de esa ciudad. Dicho esto, le confieso que, cuando era joven y empezaba a escribir y a introducirme en este mundo del arte y del cine, toda la gente de mi entorno en Estados Unidos descubrimos a la vez el cine europeo. Habíamos sido educados con las películas de Hollywood, que, aunque había algunas buenas, la mayoría eran bastante estúpidas. De pronto podíamos ver a Bergman, Fellini, De Sicca, Buñuel... Así que es posible que cuando comencé a hacer cine, de forma inconsciente, todos ellos estuvieran presentes de una u otra manera. De ahí quizá que mi cine tenga tanto sentido para los europeos. Y, además, como mis filmes son en inglés, en Estados Unidos captan todos los errores, pero en Europa, al ser traducidos al francés, italiano, alemán o español, no se notan. 

XL. ¿Es cierto que cuando, después de desearlo durante mucho tiempo, finalmente conoció a Bergman ambos se quedaron mudos?

W.A.
 La verdad es que, más que deseándolo, estaba aterrorizado ante esa posibilidad, porque pensaba que yo le parecería un tonto. Fue Liv Ullman quien me informó de que estaba en Nueva York y que quería organizar una cena para que nos conociésemos. Me puse muy nervioso, pero él fue muy amable; nada raro, como me habían dicho. Al final fue muy agradable y se desarrolló una cierta amistad; hablábamos con frecuencia por teléfono. 


XL. Anthony Hopkins dice que rodar bajo su dirección ha sido maravilloso. Que es usted de trato muy fácil...

W.A.
 Soy de trato fácil por naturaleza. En los rodajes, nunca padezco ansiedad ni entro en crisis; si algo no funciona, no pasa nada, no me enfado ni me frustra. Para mí es muy fácil trabajar con los actores porque me gusta darles una gran libertad. Mi prioridad es, ante todo, que se sientan relajados. Me parece bien incluso si no respetan todo el diálogo que he escrito para ellos. Si no les gusta, pueden inventar algo, mientras respeten el sentido de la escena y de la historia. Quiero que sea una experiencia relajante, satisfactoria. Me gusta realizar tomas muy largas, de forma que puedan actuar y se diviertan de verdad.

XL. Parece ser que, cuando trabajó con Javier Bardem y Penélope Cruz, ambos se lo tomaron muy en serio y se aprendían sus papeles al pie de la letra. Usted defiende que un buen actor lo es de nacimiento...

W.A.
 Cuando Javier Bardem o Anthony Hopkins se levantan por la mañana, ya son grandiosos. No tienen que hacer nada. Bardem llega al rodaje y con pisarlo ya es increíble. Es como Jack Nicholson o Robert De Niro. Esa gente ha nacido bendecida para actuar.

XL. ¿Y qué me dice de Antonio Banderas?

W.A.
 Tiene un encanto especial; como si estuviera rodeado de un halo; para esta película necesitaba alguien con ese encanto. Es un hombre muy dulce, con gran atractivo. Quería que el personaje se enamorara de un hombre así. Él no tenía que esforzarse; tan sólo venir al set y ser natural, él mismo. 

XL. Ha vuelto a reunir a un elenco de actores fantástico. Debe de ser cierto ese mito de que todos los actores quieren rodar con Woody Allen, sin importar las condiciones.

W.A.
 Como bien dice, es un mito. Me han dado muchas calabazas por distintas razones: porque no les gusta el guión, porque no les pagaba lo suficiente o por las circunstancias. Por ejemplo, lograr a Sean Penn me costó tres películas.

XL. Esta vez, usted no actúa. ¿Por qué?

W.A.
 Durante años interpreté al protagonista romántico, pero ya estoy muy viejo para hacerlo y no interpretar al chico que se lleva a la chica no es divertido. Sobre todo si tienes ahí a mujeres como Scarlett Johansson o Naomi Watts. 

XL. A lo largo de su carrera ha creado unos papeles para mujeres muy interesantes...

W.A.
 Me resulta más fácil escribir papeles para mujeres. Hay muchas actrices maravillosas y actores buenos, sin embargo, no hay tantos. En esta película, por ejemplo, todas están fantásticas. Me hace gracia porque al principio de mi carrera no podía escribir para mujeres. Todo cambió cuando encontré a Diane Keaton.

XL. Para la próxima, Midnight in Paris, ha contado con Carla Bruni. ¿Qué le atrajo de ella?

W.A.
 Es una mujer carismática, bella, algo que se percibe inmediatamente, y con un gran talento para la música. Ahora bien, no se gana la vida como actriz y es la primera dama de Francia, por lo que no podía darle un papel protagonista en la película. Sobre todo porque, en cualquier momento, le puede surgir una obligación por su cargo o acontecimientos bastante más importantes que mi rodaje. Le he escrito un pequeño papel divertido, a su medida, nada que ver con su condición de primera dama.

XL. Finalmente, ¿cuál es su palabra o expresión favorita?

W.A.
 Me gustan las palabras 'ahora no'. Me encanta posponer una decisión.

--
Publicado por VRedondoF para CdS el 8/22/2010 09:57:00 AM
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[UI] Mapa en UN SOBRE para tu blog

Nota de VRedondoF :
Cada dia aparecen mas UTILIDADES en internet .
Descubro en 

http://mapenvelope.com/

Que puedes hacer un sobre ( luego lo recortas y pegas ) con un mapa de donde quieras ...
Lo mejor es ir y verlo ..

--
Publicado por VRedondoF para UI el 8/20/2010 06:27:00 PM
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[TDM] Mises, creador de un sistema

NOTA DE VRedondof:

si se quiere entender (es un decir) de economia ... hay que leer estos "ladrillos" de los "eruditos" y sus teorias ...
Bueno , pues nada ... que algo tenia que escribir para justificar esta publicacion ...
todo un ladrillo...

NOSOTROS, LOS AUSTRIACOS

Mises, creador de un sistema

Por Juan Ramón Rallo

Ludwig von Mises
Los clásicos ya se lamentaban de que el tiempo pasa volando, de que se escurre entre los dedos y la vida se queda en nada; un tic-tac existencial que lleva a muchos a aprovechar el día como si no hubiera mañana, siguiendo la interpretación literal delcarpe diem horaciano.
A otros, en cambio, los conduce a dedicar cada minuto de su breve existencia a aliviar su sed insaciable de saber y a compartir la mayor parte posible de sus hallazgos con el resto del mundo. Ludwig von Mises era claramente un sujeto de la segunda especie. Incluso padeciendo gripe, desnutrido y a la escasa luz de unos candiles que sustituían malamente el suministro eléctrico –interrumpido por los destrozos de una más que próxima Primera Guerra Mundial en la que había puesto en peligro su vida en diversas ocasiones–, Mises encontró tiempo para estructurar y redactar la que, en palabras de Antal Fekete, es "la contribución más relevante a la ciencia económica en el siglo XX".


Por eso, porque la vida y la mente de un brillante Mises estuvo dedicada por entero a la economía, es imposible escribir un artículo de unas pocas páginas tratando de enumerar y describir sus aportaciones sin ser bastante injusto. Son tantas y tan ricas que por fuerza omitiremos varias de ellas. Baste señalar que el biógrafo de Mises, Jörg Guido Hülsmann, le ha tenido que dedicar un libro de más de 1.000 páginas para intentar hacer honor a la magnitud de sus contribuciones.


Lo primero que debemos tener presente es que Mises fue el sucesor intelectual de la línea de pensamiento subjetivista muy antigua que culminó en la figura de Carl Menger y que prosiguió en la de Eugen Böhm-Bawerk. La apreciación no es baladí, pues el sucesor académico de Menger en la Universidad de Viena no fue Böhm, como habría cabido esperar, sino su cuñado, Friedrich Wieser, un economista socialista que, en oposición a la tradición mengeriana, buscaba derivar la ciencia económica de supuestos muy abstractos y nada realistas (como 50 años más tarde propondría el chicaguense Milton Friedman) y que caracterizaba el valor, no como un orden de prelación de necesidades, sino como una magnitud psicológica con la que podían realizarse operaciones aritméticas y que, en ciertas condiciones, resultaba objetivo e igual para todos los miembros de la sociedad ("el valor natural", lo llamaba).
Karl MengerA partir de la jubilación de Menger en 1903, la nefasta influencia de Wieser dentro de lo que ya se llamaba "la Escuela Austriaca" no dejó de acrecentarse. Durante un tiempo, hasta su deceso en 1914, el prestigio universal de Böhm permitió contener esta tendencia desde sus seminarios universitarios. Pero tras su muerte, Wieser y su contrarrevolución marcaron el desarrollo de los economistas austriacos durante más de una década. Gente como Hayek, Machlup, Haberler o Morgenstern –pese a haber sido alumnos de Mises– no estudiaron la clara y seminal obra de Menger (descatalogada desde finales del s. XIX), sino los pasteleos de un Wieser que buscaba asimilar los errores de otras escuelas de pensamiento –como las de Jevons o Walras– y que opinaba que los estados comunistas estarían en posición de racionalizar la producción aprehendiendo los "verdaderos" valores de todos los individuos. Por mucho que luego trataran de zafarse de esta herencia wiseriana y de redescubrir a Menger (sobre todo en el caso de Hayek), nunca fueron capaces de lograrlo del todo y su producción intelectual se vio fuertemente condicionada por ello.


Mises, sin embargo, se convirtió en economista, de acuerdo con su propia confesión, leyendo los Principios de Menger. Proveniente de los círculos historicistas de Schmoller contra los que tanto luchó el propio Menger, Mises comprendió con este libro que en economía sí existen leyes a priori cognoscibles a través de la experiencia humana y del uso de la lógica y que la sociedad se basa en intercambios voluntarios y mutuamente beneficiosos para las partes. A partir de entonces, Mises pasó a frecuentar los seminarios del que sería su más importante profesor, Eugen Böhm-Bawerk, donde conoció a los más nutrido del marxismo austriaco (que acudía a los seminarios de Böhm para tratar, sin éxito, de refutar su refutación de Marx) y a economistas de la talla de Joseph Schumpeter o Felix Somary.


La teoría del dinero


Fue aquí cuando se dio cuenta que todo el andamiaje intelectual subjetivista de Menger y Böhm, que como sabemos giraba en torno a los intercambios en el espacio y en el tiempo de bienes económicos que satisficieran necesidades humanas, no se había extendido a un campo esencial: el dinero. Es cierto que Menger había analizado con gran perspicacia cómo y por qué surgía el dinero, pero no logró articular una teoría sobre las alteraciones de valor del dinero; y desde luego Böhm-Bawerk ni siquiera lo intentó, pues lo suyo fue volcarse a desentrañar el origen del interés puro (sin perturbaciones monetarias).


La desconexión entre la teoría del valor y la teoría del dinero era desde luego llamativa, pues antes de Menger se había elaborado una vastísima literatura relativa a cuestiones de dinero y banca (en especial, aunque no sólo, con las Escuelas Monetaria y Bancaria en Inglaterra), de la que podían extraerse numerosas teorías acertadas pero que, por desgracia, no habían pasado por la destilería de la teoría subjetiva del valor. En muchos casos, de hecho, ni siquiera se la consideraba teoría económica propiamente dicha, sino tan sólo refriegas entre profesionales de la banca.
Se hacía necesario, pues, conectar ambos mundos –el del dinero y el del valor–, aunque para ello debía superarse la reacción antimercantilista que probablemente los había mantenido separados hasta ese momento; a saber, que el dinero carecía de influencia sobre las transacciones reales. Los clásicos habían concluido que el dinero era un simple "velo" detrás del cual se realizaban unos intercambios que, en última instancia, podían retrotraerse al trueque; los subjetivistas, análogamente, pensaban que el análisis del dinero no aportaba nada a la ciencia económica, pues su demanda y su valor derivaban enteramente de los bienes finales que iban a adquirirse. Ambos sostenían que lo único que cabía decir del dinero era que a mayor cantidad, precios más elevados y viceversa, sin que la actividad económica de fondo se viera en absoluto afectada por estas variaciones.


Mises, en su primer libro, La teoría del dinero y de los medios fiduciarios(traducido incorrectamente al inglés y al castellano como La Teoría del dinero y el crédito) tendió los puentes que conectaban estos dos mundos. El dinero era un bien económico más que debía analizarse a la luz de la pujante teoría marginalista: su valor venía determinado por el fin menos importante que contribuía a satisfacer y este fin venía determinado a su vez por los bienes que permitía adquirir.


Esta sencilla proposición, a la que podría haber llegado cualquier otro economista que conociera por encima la obra de Menger, se topaba con el obstáculo de que, en apariencia, incurría en un razonamiento circular: el valor del dinero de hoy dependía del poder de compra del dinero de ayer, pero a su vez ese poder de compra del dinero de ayer dependía del valor del dinero de anteayer (o dicho de otra forma, la utilidad del dinero dependía de su precio y su precio dependía a su vez de su utilidad). Mises, sin embargo, quebró la presunta circularidad a través de lo que llamó el "teorema regresivo del dinero": era cierto que la utilidad del dinero de hoy dependía de su poder adquisitivo de ayer y éste a su vez de su utilidad de anteayer, pero esta regresión no era infinita, ya que podíamos ir hacia atrás hasta que llegara un momento en el que el bien económico que actuaba como dinero no tuviera ningún uso monetario y se demandara sólo por su utilidad directa (por ejemplo, la demanda de oro con fines ornamentales).


Así pues, el dinero era un bien económico más –con su oferta y su demanda basada en la utilidad– y como tal debía analizarse. Bajo este nuevo prisma, no resultaba difícil entender los billetes o los depósitos de los bancos como obligaciones de estas entidades a entregar una determinada cantidad de dinero (verbigracia oro); unas obligaciones que podían estar en cada momento completamente cubiertas (en cuyo caso cabía denominarlas "certificados de deuda") o sólo estarlo parcialmente (en cuyo caso hablábamos de "medios fiduciarios"). Y por ello, tampoco resultaba complicado comprender que la cantidad de "medios de pago" en la economía podía incrementarse o bien produciendo más dinero (sacando más oro de las minas) o bien generado más medios fiduciarios mediante el sistema bancario.


Pero para redondear su análisis de la economía monetaria a Mises le faltaba explicar cuáles eran los efectos que, más allá de la inflación o la deflación, tenían las variaciones de la cantidad de medios de pago sobre la economía. Para ello tuvo que echar mano de las intuiciones del mejor economista del siglo XVIII, Richard Cantillon, y de la teoría del capital y del interés de su maestro Böhm-Bawerk: un incremento de los medios de pago –especialmente del dinero fiduciario que fabrican los bancos bajo el influjo de los bancos centrales– se filtraría en forma de una mayor oferta de crédito, lo que rebajaría artificialmente los tipos de interés en el mercado y estimularía un período de fuertes inversiones muy por encima del ahorro disponible para financiarlas, creando un "boom económico" que, naturalmente, daría paso más tarde a una crisis por insuficiencia de recursos reales para completar todas las grandes inversiones iniciadas. Mises alcanzaba así una de las joyas de la corona de toda la teoría económica de la Escuela Austriaca, su explicación de los ciclos económicos.


Teorema de la imposibilidad del socialismo


Sólo con su teoría monetaria, por consiguiente, Mises podría haber figurado entre los economistas más grandes de la Escuela Austriaca y, por extensión, de la historia. Pero no contento con ello, el austriaco se propuso, menos de una década después de publicar su tratado monetario, llenar otro de los grandes terrenos inexplorados por Menger y Böhm-Bawerk y que resultaba esencial para fundamentar una sociedad libre.


Hasta Mises, la Escuela Austriaca había basado sus teorías sobre la hipótesis implícita de que los agentes operaban en un marco de relativa libertad y respeto a la propiedad privada. Era así cómo el valor que los consumidores otorgaban a los bienes económicos se trasladaba a los factores de producción, de modo que toda la estructura empresarial se desarrollaba a partir de lo que años más tarde William Hutt llamaría "la soberanía del consumidor".
Wieser fue de los pocos que se planteó que ese valor primigenio de los consumidores era contingente a que tuvieran capacidad de elegir, aunque llegó a la conclusión de que tanto con libertad como sin ella podían alcanzarse unos "valores naturales" que sirvieran tanto para una economía libre como para una fuertemente intervenida o una totalmente socializada.


Mises, poco satisfecho con estas conclusiones, recogió el guante tras haber servido en el frente del ejército austro-húngaro durante la Primera Guerra Mundial y, por tanto, mientras se estaba viviendo una revolución soviética que amenazaba con extenderse a toda Europa, empezando por las profundamente socializadas economías de guerra de Alemania y Austria.
Fue entonces cuando, como decíamos al comienzo, elaboró la que tal vez sea la contribución a la teoría económica más importante del siglo XX: su teorema de la imposibilidad del socialismo. Mises, como ejemplar liberal clásico, se propuso refutar punto por punto el marxismo y lo logró en su libro Socialismo, donde uno a uno fueron cayendo todos los dogmas marxistas: desde laconcepción de la historia como una continua lucha de clases hasta la inevitabilidad de la llegada del socialismo o la tendencia inherente del capitalismo hacia el monopolio único. Pero lo realmente relevante, original y devastador de esta obra no fueron tanto las múltiples críticas que Marx recibió tanto sobre sus análisis históricos como sobre sus profecías de futuro, sino la que es sin duda la refutación definitiva del socialismo: su imposibilidad.


Mises, que anticipó este argumento definitivo tres años antes de publicar su libro en un artículo para la revista de economía de Max Weber, explicó que el socialismo carece de mecanismos para asignar racionalmente los recursos. Una economía de mercado cuenta con precios para los bienes de consumo y para los factores productivos y gracias a la comparación de ambos –de precios finales y de costes– puede saber cuándo está usando adecuadamente los siempre escasos recursos para satisfacer las necesidades más apremiantes de los consumidores o cuando los está despilfarrando.


El socialismo, por el contrario, no puede realizar este "cálculo económico", pues para que existan precios debe producirse un intercambio entre dos bienes (por ejemplo, dinero y una mercancía) y para que haya intercambios debe haber propiedad privada para las partes. Pero como el socialismo se basa en la propiedad colectiva de los medios de producción, carece de precios y de la posibilidad de efectuar cualquier cálculo de racionalidad económica. Si ignoramos cuáles son los costes de un bien, ¿por qué no construir, por ejemplo, las vías de ferrocarril con oro? ¿O por qué no destinar, como hizo Mao, a la práctica totalidad de los trabajadores de un país a producir metal? ¿O cómo saber si dedicar a los obreros a producir máquinas que sirvan para fabricar zapatos en lugar de destinarlos a confeccionarlos directamente? No se trata de un problema técnico sobre cómo producir un bien, sino de un problema económico sobre la conveniencia de producirlo de una determinada forma. Una sociedad tiene delante de sí en cada momento millones de proyectos técnicamente viables, pero sólo unos pocos le permitirán satisfacer los fines más importantes de los consumidores con las menores renuncias (o coste de oportunidad) posibles.
El socialismo era y es incapaz de discriminar entre proyectos económicamente viables y por tanto no puede asignar los recursos de un modo en el que todos los sujetos salgan beneficiados a la hora de satisfacer continuamente sus fines más valiosos. Su implantación sólo llevará a la disgregación de la división voluntaria del trabajo y, como esquema coactivo que es, a la explotación de un grupo de individuos por otro grupo de individuos.


La acción humana
T
Tras sus aportaciones a la teoría monetaria y a la teoría del intervencionismo estatal, Mises completaba un programa de investigación económico –iniciado por Menger y continuado por Böhm– que cubría prácticamente todas las manifestaciones de la acción humana: desde la simple elección individual aislada hasta el intercambio intertemporal con dinero, desde el mercado sin injerencias estatales (la cataláctica, en lenguaje de Mises) al completo control de la producción y de la distribución de los recursos (el socialismo), pasando por todos sus respectivos estadios intermedios. Se trataba de un conjunto de enunciados, teoremas y leyes a priori que el propio Mises había deducido simplemente a partir de un axioma autoevidente como es que "el hombre actúa"; de ahí que considerara pertinente denominar a esta nueva ciencia "praxeología" (ciencia de la acción humana, término acuñado por Weber) en lugar de economía (que vendría a ser sólo la parte más importante de la praxeología, en concreto, la dedicada a estudiar la cataláctica)
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A sus casi 70 años, Mises publicó todo este profuso compendio vital, refinado y mejorado, en el que hasta ahora es el libro cumbre de nuestra ciencia: La acción humana. Como con los Diálogos de Platón, bien puede decirse que toda la ciencia económica (o praxeológica) subsiguiente es un simple comentario de los párrafos de La acción humana,ya sea para ampliarla (por ejemplo con la Escuela de la Elección Pública de James Buchacan y Gordon Tullock o con la teoría del orden espontáneo de Hayek) o para corregirla (con la teoría del monopolio de Murray Rothbard o con la moderna teoría de la liquidez de Antal Fekete y José Ignacio del Castillo).


Sin Menger no habríamos tenido una teoría del valor, de los intercambios y de los precios; sin Böhm-Bawerk no habríamos dispuesto de una teoría del interés y del capital; pero sin Mises careceríamos no sólo de teoría monetaria y de una teoría del intervencionismo, sino sobre todo de una ciencia económica consistente, integrada y basada en las libertades individuales –con todos los errores e insuficiencias que más tarde los nuevos economistas le podamos ir encontrando. Sin Mises, la Escuela Austriaca –y con ella, la mejor teoría propiamente económica que además defiende sin ambages la libertad del ser humano– habría desaparecido con el Imperio Austrohúngaro.


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Publicado por VRedondoF para TDM el 8/20/2010 01:19:00 PM
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